Lucero, Estrella y el hilo invisible del alma

Lucero, Estrella y el hilo invisible del alma

Dicen que los animales llegan a nuestras vidas cuando más los necesitamos, y a veces, sin saberlo, también cuando nosotros les hacemos falta a ellos. Lucero fue mi primera luz, un compañero que me enseñó el amor incondicional en su forma más pura. Con él crecí, reí, aprendí lo que era cuidar… y también conocí la tristeza de no poder hacer más cuando la vida te pone límites que el corazón no entiende.

Su partida me marcó profundamente. Durante mucho tiempo, ese adiós quedó abierto, como una herida que el tiempo no cerraba del todo. Pero el universo tiene sus maneras de sanar lo que creemos perdido. Años después, sin buscarlo, llegó a mi vida una pequeña perrita llamada Estrella Luna.

Su nombre ya llevaba una coincidencia hermosa: la madre se llamaba Luna, y ella era Estrella. No planeado, no buscado… simplemente era. Con ella llegaron los recuerdos de Lucero: su forma de mirarme, su inteligencia, esa humanidad que a veces sobrepasa lo animal. Mi familia también lo notó, como si algo de él hubiera regresado en esa mirada luminosa.

Y el detalle más curioso: Estrella nació el 28 de octubre, justo después del día en que, según la tradición mexicana, las almas de las mascotas regresan para visitar a quienes amaron. No fue un dato que noté al principio, pero cuando lo descubrí, comprendí que tal vez el amor encuentra sus propios caminos para volver, incluso en forma de huellas pequeñas.

Hoy entiendo que Lucero nunca se fue del todo. Volvió transformado en Estrella para enseñarme lo que en aquel entonces no podía comprender: que el amor verdadero no muere, solo cambia de forma.

Lucero me dio la luz.

Estrella me enseñó a mantenerla encendida.

✨ Cada 28 de octubre, celebro su vida, su alegría y su existencia.

Celebro a esa pequeña alma que llegó para recordarme que el amor, cuando es verdadero, siempre encuentra el camino de regreso.

Feliz cumpleaños, mi Estrella Luna. 🌟🐾