El eco de la duda
Crecí escuchando siempre la misma frase: “¿Tú crees?”. No importaba lo que dijera, ni cuánto aprendiera, ni qué evidencia tuviera en mis manos: todo se cuestionaba, todo se ponía en duda. Mis certezas infantiles, mis pequeños logros, mis descubrimientos… nada parecía suficiente.
Al principio, pensé que era un juego, una forma de enseñar. Pero con los años entendí que esa duda constante no era inocente. Era una forma silenciosa de decir: “No confío en ti”. Y al mismo tiempo: “Necesito que sepas que yo sigo teniendo la razón”.
Crecí cuestionando todo. Mis ideas, mis decisiones, mis emociones. Incluso aquello que estaba demostrado, aquello que era verdad, era recibido con un “puede ser”. Aprendí a buscar validación fuera de mí, a depender de la aprobación de otros para sentirme segura. Aprendí a dudar de mi propio reflejo, de mi propia voz.
Y ahora, de adulto, siento el eco de esa frase resonando en mi cabeza, incluso cuando no está. Es un susurro constante: ¿estás segura? ¿y si te equivocas? Es la sombra de años de desconfianza sembrada desde la infancia.
Pero también he aprendido algo: puedo reconocerlo. Puedo ver cómo me marcó, y aun así aprender a confiar en mí misma. Puedo escuchar ese eco y decir: “Sí, puedo. Sí, sé. Sí, confío en lo que sé y en lo que siento.” Puedo celebrar mis logros, pequeños o grandes, sin esperar aprobación externa.
Hoy elijo que mi voz tenga peso. Que mi certeza tenga valor. Que mis logros tengan luz. Y aunque la duda pueda seguir susurrando, sé que mi confianza en mí misma puede ser más fuerte que cualquier eco del pasado.
Desde el eco de mi interior,
D’Rova
